Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

sábado, 25 de noviembre de 2017

... Y PRIMAVERA EN EL GALLINERO

Hagamos memoria. Terminamos el invierno con dos gallinas veteranas (en su año cuarto), cuatro gallinicas jóvenes y un gallo joven y apuesto. Todas negras, aunque algunas con plumaje marrón en el cuello. Todas Serranas de Teruel. Pura raza, si es que hay tal. El corral se había ampliado con una extensión cercada de mala gallinera que hubo que elevar para evitar que se volara Velociraptor. Espacio suficiente, aunque no lo necesario para una raza acostumbrada a la semilibertad masovera.


La primavera iba entrando lentamente. Los narcisos ya estaban en flor, pero las heladas no aflojaban.


En estos días, las gallinas perciben el progreso en el fotoperiodo. Y ponen mucho. Bueno, mucho para lo que es costumbre en este pequeño gallinero. Unos 25 huevos por semana. Están activas las cuatro jóvenes aunque las dos viejas ponen muy poco. 

El gallo sigue encendido. Las monta a cualquier hora. Sobre todo a primera. Se le sale la testosterona, o como se llame su hormona sexual. Es agresivo. Picotea a las gallinas las plumas de la espalda antes de montarlas y les clava unos tremendos espolones dejando el dorso pelado y enrojecido. Ellas parecen resignadas. Incluso se comen las propias plumas desprendidas. ¿Digerirán la queratina?

Entra abril. El mirlo está muy activo picoteando la tierra y el verdín. El macho de verderón se desgañita marcando su territorio, con su trino, en la punta del ciprés. El petirrojo, se marchó a criar al monte. Una semana antes de lo habitual ha llegado el ruiseñor. Los gorriones molineros han perdido el miedo y entran a comer al gallinero. Menudos bandidos. 

Velociraptor sigue genio y figura. Después de subir la cerca otro metro de altura continúa escapándose. ¿Por dónde? No lo sabemos. Posiblemente levante el vuelo en vertical, como los "harrier". Le planta cara a cualquier otra gallina y, por supuesto, al gallo. Es la dueña del cotarro. Aquí funciona el matriarcado. 

Son los últimos días que les dejamos salir por el jardín. Agradecen picotear los brotes de las hierbas y escarbar entre las hojas que se descomponen bajo los aligustres. Lo suyo es escarbar.



Con retraso, como todos los años, llegó el momento de labrar el huerto. Y de sacar el compost.


Entre los restos del huerto y el fiemo amontonado en el comportador se refugia no se qué especie de escarabajo que pone allí sus huevos y por eso "se crían" unos gordos y blancos gusanos. Esa tarde recogimos una cuarentena de larvas. Y se las llevamos a las cocos. Como locas.


Les vengo dando las verbianas que crecen en los barbechos. Las comen con poca gana. Debe de tener sustancias que no les agradan. Pero, conforme entra abril, van viniendo los primeros ababoles y las cenicillas. Lo agradecen. 


Como hay mucho ababol en los campos, les llevamos en abundancia y empiezan a cansarse. Solución: que lo tengan a gana. Se lo dejamos a la vista, pero inaccesible, al otro lado del rete. Mano de santo. Al poco, se lo damos ... y a comer.


Las gallinas aprovechan todo. Los restos de las comidas son para ellas. Cuando alguna vez les llega algún resto animal, incluso de pollo, no dejan nada. Pero aún así, siempre hay alguno que lo pasa peor. Un gato callejero de pelo pardinegro se mete en el corral y aprovecha los huesos. Como el poema de Calderón de la Barca.

Abril nos reservó una sorpresa final. Una nevadica.


El Ajutar amaneció con un manto blanco. Por la mañana, las gallinas volvieron a salir perezosas al corral, sin ganas. Ni los ababoles les animaban ...


Para evitar -sin éxito- las habituales fugas de Velociraptor, pusimos en el corral grande una malla de plástico, de las que se colocan para sombrear o para cerrar un espacio a la vista. Esta malla se cargó de peso y dejó una parte del corral libre de nieve. 

 
  
Pero duró poco, lució el sol por la mañana y regaló pronto. Como la estación de esquí de Sierra Nevada, podíamos llamar al del Ajutar, "Gallinero, Sol y Nieve". Lo nuestro es el marketing. 


Y entró mayo. Abundancia de ababoles. ¡Como les gustan! A veces pienso que la papaverina que hay en el látex de trallo y hojas las medio "coloca". Su opiáceo.


Y también los primeros pipirigallos ...


Y los alfaces ...


Se acabó la sequía de clorofila y de vitamina A.

La primavera fluía plácida en el Ajutar. Las rutinas habituales (comer, poner, dormir y algo de sexo) llenaban las horas del día. Y así uno tras otro. Mientras en el huerto y el jardín, bullía la reproducción y la crianza entre los pajaricos, las plantas y los insectos. Pero ... algo sorprendente ocurrió.

Gallinas y gallo dormían, como debe ser, en los palos del gallinero. Un lunes de mediados de mes, observamos que una de las jóvenes, la del cuello más dorado, se metió a dormir al cajón, amaneciendo en el mismo sitio. A mediodía ya no estaba. No le dimos más importancia. El miércoles noche, vuelve a dormir la misma gallina al mismo ponedero. Le colocamos dos huevos. Sigue todo el jueves y le ponemos cuatro más puestos en el día. ¡Ay madre, que igual se nos ha puesto culeca! El viernes la levantamos y observamos que hay ocho huevos. No sabemos cómo ha llegado ese par. Los marcamos con una "X" escrita a lápiz. Y le ponemos tres más, de la nevera, que marcamos ahora con una "N". Total, once. ¡Qué alegría!


Ella sigue allí el sábado y el domingo. Preguntamos a los amigos que tienen gallinas. Nos dicen que los huevos fértiles no soportan el frío. Retiramos los huevos que estuvieron en la nevera. Normal. ¡Qué ocurrencias!

Me comenta José Antonio que todos los pollos deben nacer a la vez. Para ello, hay que ponerlos todos al mismo tiempo. Y no lo que hemos ido haciendo, al añadir huevos en sucesivos días. Cambio de planes. Esperaremos a tener once o trece huevos (ha de ser impar, traditio dixit) para ponerlos todos a un tiempo.

Mientras tanto, a nuestro amigo Tomás se le ha puesto una gallina culeca. Como no tiene futuro, pues no hay gallo en ese gallinero, le paso los ocho huevos con entre seis y ocho días de incubación. 

Y a la nuestra, ese mismo día (25 de mayo) le ponemos trece huevos puestos entre tres días y que no han estado en nevera. ¡A ver qué pasa!


La joven rubia incuba paciente día tras día. No estamos muy encima pero ningún día la vemos fuera del ponedero. El primer día que esto ocurre es el 5 de junio. Ya lleva diez días, aún le faltan otros tantos.

El resto de las gallinas, a su ritmo. Comer, poner, sexo y dormir. Comienza a bajar un poco el ritmo de puesta, aunque hay una ponedera menos. A nuestra joven culeca la observan con curiosidad.


Y en estas estamos cuando, el día 14 de junio, encontramos cuatro pollicos esbulligando junto a la madre en el cajón. ¡Qué alegría!


Dos negricos, uno marrón y otro rubico. ¡Que preciosidades!

El día siguiente la madre sigue estoica en el cajón. No se cantea. Los pollicos, más pitos que ayer, se mueven entre la paja y bajo la madre. ¿Qué hacemos? Allí no hay comida y no saben bajar al comedero. Nuevas dudas que nos resuelven los expertos. Nos dicen que la gallina o incuba o cuida a los pollicos. Solución, separarlos.

Con una caja de transporte de bicicleta de cuando Anchel volvió de su Camino de Santiago, preparamos un corral y lo metomos al garaje. Lo rellenamos de paja y ponemos un par de platicos con harinilla de panizo y otro con agua.


Picotean los granos de cereal y beben en los platos inmediatamente. Se suben en ellos. No saben de reglas. Por la noche se agrupan en un rincón. Termoregulan muy mal las aves en sus primeros días. ¡Con lo bien que estarían con su madre!

Solución. Traer a la madre con el nido y ponerlo en un cesto accesible.


Ella sigue incubando mientras que los polluelos ellos entran y salen del nido al corralico. Por la noche, duermen bajo sus plumas. Por el día la usan como parque infantil.


Un huevo aparece roto y se observa un embrión en avanzado estado de desarrollo. Lo retiramos.

Le ofrecemos lechuga y alfaz a la madre, que picotea gustosa y les enseña a hacerlo a los pollicos.


Se levanta a comer de los platos pero no sale del corralico de cartón. Produce unos excrementos de un olor muy intenso. Lo que hacen las hormonas.

Han pasado veintiséis días desde el inicio de la incubación. Y ya no nacen nuevos polluelos. Le retiramos todos los huevos. Ha permanecido incubando las tres semanas de rigor, más otra extra por nuestra falta de experiencia. Me llevo los siete huevos no abiertos a la clase de 1º de Bachillerato de Biología y Geología para abrirlos en el laboratorio, cuatro están completamente hueros y tres embrión malogrado en avanzado desarrollo. Todo se aprovecha.

Respondió inmediatamente al cambio. Comenzó a moverse dentro de la caja, a escarbar infructuosamente bajo la paja ... ¡Tenía ganas de moverse!


Cuando se mueve con sus pollos, levanta la cola y emite un cloqueo corto y repetido. No lo había hecho nunca. Suponemos que es una comunicación con los pequeños.

La madre picotea la harinilla y bebe en el plato. Escarba tanto que llena de paja bebedero y comederos. Todo por todo. Le viene pequeño el cajón de cartón. Y quiere salir. Hay que hacer algo. Otra vez. Nuevos planes.

Preguntamos a los amigos si las gallinas grandes agredirán a los polluelos. Unos me dicen que la madre los defenderá. Otros que sí, que los separe durante unos días. Principio de la cautela. Los separaremos.

Primero, cerramos la puerta del rete entre los dos corrales. Segundo, ponemos un cajón para que puedan dormir y lo cubrimos con una mesa por si llueve. Tercero, colocamos bajo la mesa un plato de comida y un bebedero. Y nos llevamos al corral pequeño a las gallinas y al gallo. Mudanza.

Se adaptan muy bien al cambio. Como los gases, los pollicos ocupan todo el espacio que se les ofrece. Suben un bajan, corretean, picotean todo el suelo. Como son menudos, se cuelan por los agujeros de la malla gallinera pasando al jardín. Malo será que no los enganche algún gato y se los coma. Coloco ramas de aliaga y de boj en la parte de fuera para disuadirles de salir. Inútil. Van engordando día a día. A veces se salen fuera y no pueden entrar. La madre duerme en el suelo, no le gusta el cajón. Y los pollicos bajo su cuerpo.

Una tarde, al caer el sol, la madre se mueve inquieta alrededor de la puerta que une los dos corrales. No le gusta dormir al raso. Le abro el paso y pasa rápido al gallinero. Se sube a dormir al ponedero más alto. Y los pollicos, la miran desde el suelo. No pueden subir, o eso se me ocurre. Le tapo ese ponedero con una tabla. Busca alternativa. Se acomoda en el ponedero de abajo. Allí, los pollos acceden bien. Todo en orden.

Por la mañana, los dejamos juntos. Parece que los adultos aceptan a los pequeños. La madre está encima desplegando energía en todo momento. Emitiendo su cloqueo de alarma ante cualquier situación. Por si acaso sobrealimentamos a todo el mundo. Ya se sabe lo que dice el refrán "Cuando no hay harina todo es mohína".


Para que los grandullones no se coman la harinilla de panizo y guisante, la colocamos en platos debajo de una tabla. Ellos pequeños pueden llegar, los primeros no. Pero lo intentan. Y es que ya se sabe, se desea lo que no se tiene.


Los pequeños se mueven entre los adultos. Aprenden a no ser demasiado impertinentes. Aún así se ganan algún susto. Aprenden a manejar las distancias de precaución. Están majos, ya tienen el tamaño de una codorniz.


Una mañana nos encontramos muerto al pollico rubio, nuestro preferido. No hay indicio de violencia. Tal vez alguna infección. Nos quedan tres, dos negricos y el marrón.

Entramos en julio. La madre se empeña en dormir en el ponedero alto. Algún pollo consigue acceder pues aparece dentro. Los demás miran desde abajo. Pero descubren el paso. Se suben a los palos, de allí saltan a la tolva desde donde saltan de nuevo al cajón de arriba. Ellos solos se apañan. Todos a dormir juntos. Al calorcico de la madre.


Esta pollada ha sido la alegría del gallinero. Hace unos días, hablando con un vecino de Ababuj que había criado animales desde niño, me contaba que tenía gallinero. Y que lo que más le gustaba en sacar adelante pollicos a partir de alguna gallina culeca. En su caso, este verano, tenía una así pero no llegó a término, según parece, por que tronó los días antes de salir del huevo. Cosas.

Así fuimos entrando en el verano. Con dos gallinas viejas. Cuatro jóvenes, una de ellas flamante madre de tres pollicos y un gallo. En total, diez. No nos ha faltado entretenimiento.

jueves, 16 de noviembre de 2017

VENTE A CONOCER EL PATRIMONIO HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO DE EL POYO Y FUENTES CLARAS CON EL CEJ

El próximo sábado 18 de noviembre tendrá lugar la última excursión de Paseos Xiloca. En este caso se realizará un recorrido un recorrido entre El Poyo del Cid y Fuentes Claras ya través del cual se encontrarán varias ermitas y diversos ingenios de patrimonio hidráulico asociados a la ribera del Jiloca. Naturaleza, arte y patrimonio en poco espacio.

La excursión comenzará en la plaza de la Iglesia de El Poyo del Cid a las 9 de la mañana, desde donde se subirá hasta el cerro de San Esteban, para bajar posteriormente hasta la loma de Fuentes Claras y el molino de esta localidad. Después se retoma el camino de El Poyo para ver el lavadero de lanas y volver al punto de salida.


Los yacimientos de San Esteban (El Poyo), La Caridad (Caminreal) y La Loma del Prado (Fuentes Claras) se encuentran enclavados en el interior de la Celtiberia, muestran una continuidad de hábitat de carácter urbano ininterrumpido desde al menos el siglo II a.C. hasta la crisis del periodo tardorromano, a partir de los siglos III-IV d.C.

Una continuidad que puede estar relacionada con el control de las vías de comunicación desde el valle medio del Ebro hacia el litoral levantino y la Meseta. En ellos vemos la alternancia de modelos urbanísticos en llano y altura a lo largo de este periodo. Se desconoce el nombre de estas ciudades, si bien se ha propuesto la ubicación de Leónica, un municipio de derecho latino, en San Esteban. El yacimiento de San Esteban se relaciona también con las andanzas del Cid por el valle del Jiloca.


El patrimonio histórico-artistico queda representado por el castillo de Fuentes Claras, una fortaleza en llano construida en el siglo XIV en el contexto de las guerras con Castilla. Todavía se puede apreciar del recinto fortificado parte de la muralla que lo rodeaba, así como la parte baja de la torre.

Destaca la arquitectura religiosa de los siglos XVI-XVII: las iglesias parroquiales de Fuentes Claras y El Poyo, además de las ermitas de San Ramón Nonato y de Nª Sª del Moral.

En cuanto a patrimonio industrial hay varios ejemplos de extraordinaria importancia: el molino harinero de Fuentes Claras, documentado desde el siglo XIII, el lavadero de lanas de El Poyo del Cid, único conservado en Aragón en su tipología, junto con el de Calamocha. Ambos fueron construidos en el siglo XVII. También se conocerá el molino de El Poyo, en el que se pueden ver restos de una antigua cantera de piedras de molino.



Como en las anteriores excursiones, los que quieran participar en este paseo deberán inscribirse previamente ya sea a través de nuestra página web o llamando al teléfono 978 730 645. La participación en la actividad será gratuita para los socios del CEJ y sus familiares directos (cónyuge y descendientes). Para los no socios el precio será de 3 euros, quedando exentos los menores de 10 años (que deberán ser igualmente inscritos). Las cuotas de participación se cobrarán al inicio de la excursión.

sábado, 11 de noviembre de 2017

EL DESCUBRIMIENTO DE UN PAISAJE. CONTRIBUCIONES AL ESTUDIO DE LA BIODIVERSIDAD DE PLANTAS AROMÁTICAS EN EL ENTORNO DE CALAMOCHA

Probablemente desconcierte al lector el hecho de comenzar un artículo dedicado a la biodiversidad hablando del descubrimiento de un paisaje. Ahora bien, en el contexto de establecer el profundo vínculo entre Aragón y Valencia, cobra sentido explicar brevemente cómo surgió la inquietud que vino a desembocar en los estudios que posteriormente describiré.

Aún a riesgo de caer en la digresión, me parece oportuno compartir con el lector, a modo de reflexión previa, qué representa para mí el paisaje y concretamente el aragonés. No entiendo por paisaje un decorado en el que transcurren los acontecimientos, ni siquiera tan solo una fuente de emociones más o menos gratas. Para mí el paisaje es el fruto de un diálogo íntimo y personal entre el individuo en su globalidad y el entorno. Solamente así puedo explicar el impacto en mí, acostumbrado a un entorno como el valenciano tan mediado por la mano del hombre y sus quehaceres, del paisaje turolense. El devenir de las estaciones del año, con sus rotundos cambios de luz y colorido, con sus aromas particulares…, no me dejó indiferente. Y sobre todo, esa soledad que transmite verdades que van más allá de nosotros mismos y de nuestras inquietudes cotidianas. Ese impacto tenía que arraigar de algún modo y lo hizo valiéndose de una tradición artística familiar que me impulsó a pintar con frenesí cada vez que estaba por estas tierras. Los ocres veraniegos, los grises invernales, el colorido explosivo de las choperas en otoño y los mil verdes de la primavera fueron para mí fuente de inspiración y felicidad. Sí, felicidad. Cuando la pintura es fruto de ese diálogo íntimo con el entorno al que me refería cobra una dimensión que va mucho más allá del puro deleite o entretenimiento. 

Pero mis avatares profesionales vinieron a completar, que no a sustituir, ese diálogo con el paisaje. Mi trabajo en el Instituto Agroforestal Mediterráneo, en la Universidad Politécnica de Valencia, me proporcionó la oportunidad de adentrarme en un mundo tan fascinante como el de las plantas aromáticas. Como químico de profesión, mi atención estaba dirigida hacia la composición química y ello podría haberme llevado a una visión reduccionista y consecuentemente pobre, centrada meramente en las posibles aplicaciones técnicas, a cuyo estudio, por otra parte, me debo por profesión. Pero no fue así. Aquí tengo que hablar necesariamente de la influencia de un entorno científico estimulante y positivo. Las buenas influencias no son cuestión de cantidad sino de calidad y este es un buen ejemplo. Unas pocas pero amenas y enjundiosas conversaciones me ayudaron a comprender que en definitiva, mis compuestos químicos, de nombres exóticos y a veces impronunciables, no eran, en definitiva, más que las palabras con que las plantas dialogan entre sí, con su entorno natural y con el resto de seres vivos. 


Y así comenzó el trabajo que quiero exponer. El punto de partida cabe situarlo en el interés existente entre algunos compañeros de la antigua Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Agrícola en torno al ajenjo común (Artemisia absinthium L.) y sus posibles aplicaciones. Unas primeras muestras procedentes de Gargallo (Teruel) constituyeron la base de un trabajo fin de carrera en el que por primera vez se llevó a cabo un análisis químico riguroso de su aceite esencial, obtenido mediante un método de hidrodestilación con equipo Clevenger, que era una de las prácticas habituales en nuestra asignatura de Fundamentos Químicos de la Ingeniería. La necesidad de disponer de cantidades suficientes de material vegetal para posteriores trabajos me llevó a explorar detenidamente los alrededores de Calamocha. De este modo, unos ruderales cercanos a las escuelas se convirtieron en un campo experimental en el que se realizaron diversos experimentos relacionados con la identificación de quimiotipos o “razas químicas” en la composición del aceite esencial, su variación estacional o la comparación entre raíces, hojas y flores. Estos experimentos dieron lugar a diversas comunicaciones en congresos internacionales y artículos en revistas especializadas. 

Población de ontina (Artemisia herba-alba Asso)
Una importante conclusión de estos trabajos fue la identificación de dos quimiotipos que comparten hábitat en Calamocha, caracterizados por la presencia de epoxiocimeno y acetato de crisantemilo como compuestos mayoritarios. Lo importante era, sin embargo, que carecían de tuyona, un compuesto neurotóxico que siempre había sido considerado problemático de cara a las posibles aplicaciones de la planta. Por otra parte, el estudio de los compuestos relativamente volátiles presentes en la raíz abrió una prometedora línea de investigación que contribuiría a explicar el carácter invasivo de esta y otras plantas del género Artemisia

La evolución posterior de estos trabajos abrió también las puertas a la colaboración con la Universidad de Corvinus (Budapest). Ello nos ha permitido estudiar la adaptación del ajenjo a diferentes condiciones edafológicas y bioclimáticas.


Un estudio similar está comenzando actualmente en relación a otra planta muy familiar en nuestro entorno calamochino: la ontina o Artemisia herba-alba Asso. Se trata también de otra planta que invade terrenos yermos y ruderales, siendo muy común en zonas muy próximas al casco urbano, tal como se puede apreciar en la figura 1. Los primeros datos sobre la composición de su esencia indican un elevado contenido en las neurotóxicas tuyonas (estoy hablando de la esencia, no de la infusión. También la salvia contiene tuyona en su esencia y su infusión además de beneficiosa es bien agradable). También se aprecian proporciones importantes del alcanfor y eucaliptol, no observándose diferencias importantes con respecto a los datos referidos desde otros países de la cuenca mediterránea como Argelia o Túnez.


Otro conjunto de trabajos que han tenido como protagonistas plantas aromáticas de nuestro entorno es el relacionado con Thymus vulgaris L. Muestras procedentes de tres zonas (Santa Bárbara, los terrenos yesíferos cercanos a Navarrete y los alrededores de Lechago) fueron recolectadas a principios de mayo, en plena floración y tras un comienzo de primavera relativamente húmedo, y en pleno agosto, tras un importante periodo de sequía. El objetivo era estudiar la influencia en la composición del aceite esencial del stress hídrico y los resultados fueron bien claros: un aumento muy llamativo de la concentración de su principal componente, el eucaliptol.

Tomillares cercanos a Navarrete, uno de los puntos de muestreo en las investigaciones sobre stress hídrico en Thymus vulgaris L.
Y dejamos para el final las mentas. Sobre la Mentha suaveolens Ehrh., representada en una población situada en la rambla de la Cirugeda, hemos llevado a cabo diferentes estudios comparativos entre esta población y otras emplazadas en entornos bioclimáticos muy diferentes. 


La situada en Calamocha registra una proporción extremadamente alta, no observada en la numerosa bibliografía al respecto, de un compuesto, el óxido de piperitenona, de gran interés tanto por su diversa e intensa actividad biológica como por ser el punto de partida para determinadas síntesis químicas. Es muy probable que esta elevada especificidad en la composición de la esencia (en algunas muestras se ha llegado al 90 % del citado compuesto) sea una respuesta a las particularidades bioclimáticas de la zona, correspondientes a un clima supramediterráneo. 

Población de Mentha longifolia L junto al cauce del río Pancrudo, cerca de Navarrete.
Por último tenemos una especie que es particularmente abundante en las riberas del Jiloca y Pancrudo, así como en los márgenes de sus acequias: la Mentha longifolia L., popularmente conocida como “mentastro”. Su composición es rica en cetonas monoterpénicas, características por su actividad biológica. A lo largo de estos últimos años estudiamos varias poblaciones situadas en parajes muy conocidos y cercanos a Calamocha: el río Pancrudo, cerca de donde parte la carretera que lleva a Cutanda y Olalla, “El Salto” y otras zonas a orillas del Jiloca camino ya de la Virgen del Rosario. La esencia obtenida de estas plantas muestra una muy acusada variabilidad química: cetonas como la carvona, pulegona y mentona; derivados del mentol y terpineol, etc., se hallan irregularmente distribuidos en plantas que muchas veces distan pocos metros entre sí. Por otra parte, no es extraño conociendo la facilidad con que las diferentes especies del género Mentha son capaces de hibridarse espontáneamente. De hecho, la taxonomía de este género es conocida por su complejidad, no exenta muchas veces de puntos de vista contradictorios. Entre los múltiples perfiles químicos hallados en estas plantas destaca uno, cuya presencia es relativamente mayoritaria y característica de esta zona: el constituido por acetato de alfa-terpineol y acetato de carvona, compuesto este último de interés por su actividad repelente de insectos. Entre todos los estudios realizados acerca de la M. longifolia cabría destacar, sin embargo, el realizado en una población situada en la confluencia de los ríos Jiloca y Pancrudo, en el bello paraje de Entrambasaguas. Hasta cinco perfiles químicos claramente distintos han sido identificados en las esencias obtenidas de dicha población, constituyendo un valioso ejemplo de biodiversidad.

Un aspecto especialmente interesante y novedoso de las investigaciones que hemos realizado en torno a la M. longifolia es la variación a lo largo del día de la naturaleza y proporción de los componentes volátiles presentes en hojas e inflorescencias. Las flores muestran ritmos circadianos en su composición adaptados a la necesidad de ser polinizadas por determinados insectos, cuya presencia en torno a las flores, también presenta ritmos regulares condicionados también por los vaivenes meteorológicos del día: humedad, insolación, viento, etc. Sin embargo, el resto de la planta, cuyo papel ecológico es diferente, muestra una composición diferente a la de las inflorescencias, siendo además más estable a lo largo del día. Volviendo al comienzo de este artículo, ésta sería una clara manifestación de ese diálogo cuyas palabras son moléculas orgánicas con sus correspondientes grupos funcionales.


Pues hemos llegado al final de esta breve descripción de unos trabajos que en definitiva han sido fruto de la convergencia entre los objetivos profesionales, la vinculación familiar y afectiva a un territorio y su paisaje. Invito ahora, al lector interesado, a acudir a cualquiera de los trabajos referidos en el anexo a este artículo para profundizar y conocer con mayor detalle los objetivos, metodología y conclusiones de estos estudios.

Juan Antonio Llorens Molina
Instituto Agroforestal Mediterráneo
Universidad Politécnica de Valencia

domingo, 5 de noviembre de 2017

LA IX FIESTA DEL CHOPO CABECERO YA ES HISTORIA

La última edición de la fiesta es historia compartida por Allepuz, Jorcas, el personal organizador y una muchedumbre de atuendo multicolor, congregada en torno a la Venta La Liara. que acudimos a saborearla en un día de otoño espléndido.

Primera parada en la ladera sobre el cruce de la carretera y, como en un pequeño Sermón de la montaña, F. Chabier de Jaime, promotor del emergente Parque Cultural del Alto Alfambra, nos dirige la palabra amplificada para situarnos en un paisaje histórico de aprovechamiento ganadero (evoca la trashumancia), constituido por un territorio de transición humana entre varias comarcas, que tiene como referente el protagonismo del río Alfambra, de poco caudal. Nos indica el itinerario del paseo comentado por la ribera y presenta el programa de la mañana. Recibimos la buena noticia de la reapertura de la escuela de Allepuz, con sus cinco preceptivos niños.


Como en una especie de romería laica, iniciamos la caminata pisando alfombras de hojarasca tierna y conversando con nuestros conocidos. Nueva explicación bajo los viejos cabeceros desatendidos, enfrente una plantación de canadienses híbridos alineados a la espera de la tala rasa, nada que ver con la práctica tradicional. Se nos recuerda la antigüedad de nuestros amigos cabezones, anteriores a la irrupción humana, su utilidad ancestral y el porqué de la secular práctica europea de la escamonda a 3 metros sobre el suelo, la confluencia de las especies Populus nigra y Homo sapiens, el importante hábitat que suponen estos agrosistemas para innumerables especies animales, desde insectos litófagos hasta mamíferos (“la gineta que habita la vieja tronca de la chopa en la cárcava castellana”, Rodriguez de la Fuente dixit). Toca ahora la foto de (gran) grupo, a los pies de un gigante, un chopo de sombra.


Estas pequeñas dehesas del recorrido pertenecen a Las Pupilas, un hermoso conjunto de masadas, que visitamos, dirigiendo la atención ahora a los detalles de nuestra arquitectura rural.


Llega el momento estelar de la jornada: la demostración de escamonda siglo XXI, multifotografiada y filmada, de la mano del especialista gudarino Herminio Santafé -motosierra en ristre, perfectamente pertrechado- de los dos chopos elegidos. Impresiona el desplome de las gruesas vigas, con 40 años en los anillos del duramen y albura seccionados. La gente menuda flipa. Aplausos y voces de admiración intermitentes.


De vuelta, otra parada y palabras del geógrafo Alejandro Pérez, en torno a aspectos hidrológicos (azudes, acequias y molinos, y el papel de los cabeceros de fijar los cauces de los ríos y los márgenes de las acequias), a la configuración histórica de este paisaje, con influencia borbónica; a los tipos de chopos según su ubicación: de ribera, de acequia, de manantial y de sombra (para el ganado).


Llega la hora de la comida grupal, en el pabellón de Jorcas, presidida por la exposición de las bellas fotos concursantes, ocasión de conocimiento de nuevas personas, con paciente espera por parte de los comensales, en medio de una tormenta de voces. La alternativa a la vajilla de plástico -de usar, tirar y contaminar-, respetuosa con el medio natural, comienza a abrirse paso. Se entregan los premios al IV Concurso de Fotografía sobre el Chopo Cabecero. El de “Amigo del Chopo Cabecero” se adjudica a Rob McBride,asiduo visitante de nuestra tierra, llegado desde las brumas inglesas, autodenominado como a tree hunter (“un cazador de árboles”), una persona que “vive y respira árboles”, que manifiesta su admiración por los pastores y los rebaños, y asegura que “cuando conoces un amigo debajo de un árbol, es para toda la vida”. Se va cerrando el acto con las palabras de los alcaldes de Jorcas, Mezquita y Allepuz.


Con el sol de la tarde ya bajo, de nuevo en Allepuz, se inicia el rosario de actuaciones musicales: Ni Zorra!, La Monkiband, Azero, Paco Nogué y Balkan Paradise Orchestra. Para espíritus jóvenes y cuerpos marchosos. 


Gonzalo Tena Gómez. 
Colectivo Sollavientos

miércoles, 1 de noviembre de 2017

NUEVA JORNADA DEL CHOPO CABECERO EN TORRALBA DE LOS FRAILES

El próximo 11 de noviembre tendrá lugar en la localidad de Torralba de los Frailes (Campo de Daroca) una nueva iniciativa cultural que organiza la Asociación Cultural Chismarrako alrededor de la cultura de los chopos cabeceros. 

En esta ocasión, a las 10 de la mañana, se realizará la escamonda de un ejemplar que crece junto a la balsa del Solanseo.


A continuación, tras recoger las ramas menudas y tras cargar los tarugos en el remolque, se dará buena cuenta de un almuerzo popular.

¡Vente a celebrar el otoño a Torralba de los Frailes!