Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

domingo, 29 de octubre de 2017

QUEJIGAS CENTENARIAS EN CAMPO DE RIBATAJADA

Puente de San José. Escapada a la Serranía de Cuenca. Decisión de última hora. Problemas con el alojamiento en los pueblos serranos. Carmen encuentra plaza en un hotel de un pueblecico del que no habíamos oído hablar antes: Ribatajadilla. Todo un acierto, como pronto descubrimos. 

Viaje nocturno desde Teruel, por Guadalaviar, Tragacete, Las Majadas .... hasta adentrarnos en un territorio para nosotros ignoto. Bajábamos la serranía mientras nos adentrábamos a través de unos montes en los que, por el rabillo del ojo y la la luz de los faros del coche, se atisbaban tierras de labor y pinares de rodeno con romero. Estábamos en el Campo de Ribatajada, una comarca conquense también conocida como El Campichuelo. Nos recibe con amabilidad la propietaria del hotel rural. Estamos cansados tras días difíciles en el trabajo de cuyos problemas intentamos (vanamente) escapar. A descansar. A ver qué nos encontramos mañana.

El hotel es, al tiempo, el bar del pueblo. Desayunamos con los propietarios mientras la televisión predica las noticias cotidianas de esa jornada laborable. Les hablamos de nuestro destino: las dehesas de Carrascosa y Valsalobre. Y de nuestros intereses, los árboles viejos, sobre todo los robles, aquí conocidos como quejigas, y si son muy grandes, chaparros. Nos remiten a sus vivencias personales en unos sabinares de pueblos cercanos de nombres que nos suenan igual. Pero de robles viejos, poco. Allá vamos.

Salimos de Ribatajadilla dirección Ribatajada. La primavera también entra tarde también aquí. Los apagados frutales y los ribazos de la estrecha vega nos recuerdan la altitud de estas tierras (900 m), aunque la presencia de plantas como el romero nos indican de la influencia atemperadora de las masas de aire que remontan por el valle del Tajo y que se extienden desde las cercanas tierras alcarreñas y manchegas hasta estos piedemontes serranos.

Sembrados cerealistas y barbechos. Tierras royas y fuertes, arcillosas. Un tallar de quejigos aprovechado en otra época por sus leñas. Salimos a un cruce. Más tierras de labor se extienden por una serie de lomas que se extienden hasta unos montes calizos. Carmen advierte la presencia de unos grandes árboles que crecen entre los campos. Nos acercamos. Son robles quejigos de más de medio de diámetro normal de tronco el cual, en muchos casos, termina en una toza de la que arrancan ramas de desigual grosor nacidas de rebrote. Son trasmochos. Claramente.


El arado apura al tronco. Para labrar se cortan las ramas bajeras, las que rozan con el tractor. A los árboles les prueba muy mal carecer de espacio en su entorno. Las raíces superficiales, las que captan la mayor parte del agua, se dañan. Los hongos no prosperan en estos suelos permanentemente volteados. El árbol necesita un espacio de protección si se desea que no mueran a medio plazo.

Seguimos la rectilínea pista agrícola que se abre paso entre extensas parcelas de límites trazados con regla y cartabón, fiel indicador de la ejecución de una concentración parcelaria. Entre los campos sobreviven añosos y robustos quejigos en los que entran y salen unas abubillas recién llegadas de sus cuarteles de invierno en África.


Muchos árboles mantienen una o dos gruesas ramas paralelas al suelo (la horca) y otras tantas ramas verticales (el pendón). Es el viejo estilo de poda promovido para asegurar la producción y la vitalidad de los árboles trasmochos por los reglamentos de la Corona de Castilla y que puede verse desde Burgos a Guipúzcoa, desde Cuenca hasta Salamanca.  


Hacia el oeste, en la ladera de unos cerros, se adivinan unos árboles de gruesos troncos de tonos claros dispuestos formando un bosquete abierto. Una dehesa. A por ellos. Antes cruzamos un curso de agua que resulta ser el río Liandre. Un aguilucho lagunero sobrevuela un carrizal socarrado en el que querría hacer nido. Algunos chopos y sauces dispersos apuntan la existencia de un antiguo soto previo a las obras de rectificación y canalización asociadas a la concentración parcelaria del término. Una pena.


Llegamos a Villaseca.


Un pueblo, hoy casi deshabitado (cinco vecinos) que antaño tuvo mejores tiempo a juzgar por la factura de su iglesia románica, seguramente levantada en el esplendor de la ganadería mesteña y de la ruta de la lana hacia el centro mercantil de Burgos. Conocíamos solo dos pueblos de esta comarca conquense, en ambos, sendas iglesias románicas de líneas sencillas y sobrias. Románico rural, le llaman.


Nos dirigimos hacia el norte. Nos sorprendió una preciosa dehesa de quejigos, cercana al pueblo, junto al camino que sigue paralelo al río Liandre.


Afloraban unas arcillas con cantos calizos. Seguramente depósitos terciarios acumulados el pie de los relieves carbonatados mesozoicos. Estas arcillas son la clave de la existencia de estos robledales.

Algunos de los árboles mostraban indicios de antiguos aprovechamientos en forma de podas.


Otros árboles eran bravíos. También había rebrotes y algún tallar. Se percibía la vigencia de su uso ganadero, por las ovejas de una cercana granja. Sin embargo, la abundancia de espinos, aliagas y de otras matas apuntaba ya la regresión de la ganadería extensiva.


Retornamos por el mismo camino hacia el cruce de Ribatajadilla para dirigirnos hacia Ribatajada donde nos desviamos hacia el oeste siguiendo las aguas del río Trabaque, igualmente desnaturalizado, hasta el desvío hacia La Frontera. El paisaje iba haciéndose cada vez más montano, a pesar del dominio de la agricultura.

Al pasar por La Frontera, frente a la carretera y al otro lado de un arroyo, encontramos otra dehesa de robles. Dimos media vuelta para conocerla volviendo al pueblo. Este nos pareció luminoso y cuidado, muy manchego. Muy cerca se encontraba las partidas de El Prado y La Dehesa. Y una granja nueva en plena actividad. 


Un par de trabajadores marroquíes, tan simpáticos como atentos, echaban de comer en las canales de unas ovejas que estaban acompañadas por sus cordericos.


Les pregunté por los quejigos. "Este año no bellota. Otros sí", me comentaron sin perder la sonrisa. Poco más me contaron sobre los árboles.


Cerca, encontré al propietario manejando un tractor. Pablo Hervás, un joven de veintiocho años, gestionaba la explotación. En diez minutos, pues no quería entretenerle en su faena, me contó muchas cosas. Me hubiera gustado disponer de más tiempo para aprender con él. Me habló de sus ovejas de raza alcarreña, de la finura de la carne de sus corderos, de las inversiones que exige hoy la ganadería, del daño que causa la importación de cordero australiano o argentino (de calidades inferiores) para su venta en las grandes superficies a unos consumidores que solo consideran el precio ... Era evidente la pasión por su trabajo, el conocimiento del oficio, el orgullo de continuar la explotación ganadera familiar. Y el aprecio por los viejos robles. 


"Mi abuelo ya labraba bajo los árboles", nos comentaba.  


Por lo que deduje, los árboles eran podados con turnos largos para obtener leña y rejuvenecer el ramaje, al tiempo que para estimular la producción de bellota. Un bien valioso en la explotación ganadera. Pero también eran cultivados aquellos terrenos, para producir cosecha de cereal y sujetar el desarrollo de los arbustos. Algo parecido a lo que ocurre en muchas dehesas extremeñas de encina o alcornoque.

En la dehesa de La Frontera encontramos algunos ejemplares podados. Los menos. El joven propietario nos comentó la necesidad de mantener el sistema de poda de antaño, claramente perdido en las últimas décadas. "Así, el ramaje se envejece y se seca, y le entra un gusano grande y blanco", nos indicaba. Pero los ingenieros no dejan, se lamentaba a un tiempo. Y así se van a secar.


La administración forestal de la Junta de Castilla-La Mancha no permite a los propietarios las podas de ramas de más de 30 cm de diámetro para asegurar el rebrote. El probema es que muchas de las ramas que nacen de estas quejigas son más gruesas por haber perdido el turno hace décadas. Eso obliga a cortar la rama lejos de la cabeza. Y eso, en el caso de que el agricultor desee seguir cuidando los árboles. Todo es difícil.

Volvió a su trabajo no sin antes recomendarnos recorrer y conocer bien su dehesa, a la que asignaba una edad de unos trescientos años. Bien puede ser.


Y la recorrimos, vaya que sí. Era una maravilla. De nuevo encontramos terrenos arcillosos terciarios. El rebollo exige suelos profundos que retengan agua durante el  verano pues, a diferencia de las quercíneas perennifolias, debe aprovechar esos meses para realizar la fotosíntesis antes de parar su actividad en octubre. Esas arcillas le aseguran sobrellevar esa difícil temporada, algo imposible sobre un sustrato calizo. De nuevo un dehesa cercana al pueblo, una razón histórica. Se repite el patrón.


Ya entibiaba el sol a esa hora de la mañana. Las abejas pecoreaban en los romeros. Romero y quejigo, una combinación extraña en las tierras del Jiloca. Una pareja de milanos reales sobrevolaba la dehesa.

Desde allí partimos hacia Carrascosa de la Sierra, haciendo parada en ruta para conocer los campos de mimbreras y la cultura del mimbre en Cañamares. Terminando la jornada en Beteta.

Al día siguiente, Carmen se quedó por la mañana a trabajar en el hotel. Yo seguí rondando por El Campichuelo. Entre lo que me había contado Pablo y lo que había ido leyendo aquí y allá, tracé una nueva ruta. Zarzuela, Fresneda de la Sierra y Ribagorda.


En Zarzuela también había una dehesa de roble y pino negral. Se hizo la concentración parcelaria y, a juzgar por los vecinos, "se tiraron muchos chaparracos y pinos grandes". Cuando llegué al pueblo, al punto de la mañana, pregunté a un vecino y me indicó la pista que sale hacia Sotos. Se despidió diciéndome "no dejan cortarlos". Me costó dar con ella. Campos y campos en los que ya no quedaba testimonio, a diferencia de lo que pudimos ver en Villaseca.

Las primeras quejigas trasmochas estaban junto a una tiná, denominación del cubierto con corral que en el Maestrazgo se llama teñada. Tan abandonados las unas como los otros. De nuevo nos recordaba el tradicional binomio trasmocho-pastoralismo.

 

La fuente y el gamellón de cuatro troncos nos sugieren la importancia de la cabaña de ovino (y vacuno) que debió pacer en esos frescos prados donde prosperan juncos, mentas, ranúnculos y otras especies higrófilas.


El sustrato correspondía, de nuevo, a conglomerados sin cementar de arcillas y cantos calcáreos, aunque en las partes altas también afloraban arenas de tonos amarillentas.

Era una masa mixta de pino negral (Pinus nigra ssp. salzmanni) y de quejigo (Quercus faginea) con sotobosque de espinos, escaramujos y jaral. En algunos sectores se apreciaba la estructura original de la dehesa ...


Los pinos negrales eran igualmente monumentales. En su base mostraban cicatrices, indicios de haber sido resinado en otros tiempos. Las ramas jóvenes estaban sofocadas de bolsas de procesionaria, insecto que se ha visto muy beneficiado en este invierno tan suave.

Aunque la escasa presión ganadera estaba favoreciendo la entrada de los espinos, jaras, agracejos y aliagas cerrando el pasto ... arbustos que compiten con los árboles, que reducen su vitalidad.


Desde Zarzuela, remontando el arroyo Villalbilla y pasando por Villalba de la Sierra, Portilla, Arcos de la Sierra y Castillejo-Sierra me acerqué a La Fresneda de la Sierra, lugar donde se encontraba una de las dehesas con quejigas más grandes,según me habían informado. Y vaya que lo eran.

La sierra de Las Majadas, con sus calizas cretácicas, se levanta hacia el nordeste. Tras su erosión, los cantos calcáreos, las arcillas y las arenas se acumularon al pie de este relieve -durante el Eoceno- formando unos bancos profundos en donde prosperaron quejigos y pinos negrales.


A diferencia de los de Zarzuela, los pinos de Fresneda de la Sierra no eran muy viejos. Parecían haber prosperado al cesar la actividad ganadera. En los claros de la dehesa de quejigos entraron las especies propias de las etapas pioneras e intermedias de la sucesión, aquellas que eran controladas por el diente de la oveja y de la cabra. Los pinos estaban igualmente sofocados por procesionaria que estaba en plena dispersión formando las características hileras sobre el soleado suelo de aquel día marzo.


Los rebrotes de las viejas quejigas, los enebros, los espliegos, y las aliagas habían desplazado a las plantas herbáceas del pasto ...


Eran ejemplares notables, con el turno perdido, con ramas puntisecas y abundantes huecos. Muchos ejemplares muertos. Un gran valor ecológico.


Aunque en la periferia, aún se conservaba y mostraba su estructura adehesada ...


Era un pálido reflejo del paisaje que durante siglos caracterizó estos montes ...


Las quejigas más gruesas las encontramos en la partida de la Vega, cerca del arroyo Valseco. Sin embargo, y a pesar de los topónimos, los robledales de Majada de las Vacas y de la Dehesa Boyal no tenían estructura adehesada, siendo en ambos casos densos tallares. Eso sí, salpicados de algunos ejemplares trasmochos de notables dimensiones.

Desde allí volví a Ribatajadilla pasando por Ribagorda, a donde alcanzaba la dehesa de Villaseca. Quería encontrar un árbol monumental que es muy conocido en la comarca: el Roble Dios de Pajares.


Es un ejemplar enorme. Tiene una altura de 18 metros, siendo 3 de tronco  y el resto de las ramas que crecen sobre su toza. La copa es globosa, semiesférica, tiene un diámetro de 15 metros. El perímtero normal de tronco (a 1,30 m del suelo) es de 5,52 metros. Se desconoce su edad aunque se estima en unos 400 años. Esta información estaba recogida en un panel informativo. Me llamó la atención la denominación del árbol: el Roble Dios. No sé si es un nombre popular. En el texto aludía al carácter religioso que atribuían los celtíberos a los árboles y a los bosques. Y termina diciendo "en memoria de ello queda el nombre de este roble centenario". Será.

A su alrededor, una valla protectora para reducir el pisoteo al pie del tronco y favorecer la aireación de las raíces y la infiltración del agua. Más allá, un cultivo de pino, fruto también de la época de las reforestaciones del ICONA. ¡Qué paradoja, en el país del quejigo, reforestando con pino!

Ya en el hotel, estuve ojeando el libro "Tal como éramos. Imágenes del pueblo de Sotorribas". Es un libro de fotos antiguas y no tan antiguas, reflejo de la forma de vida de estas gentes serranas. Entre las consabidas fotos del servicio militar, de las verbenas estivales,  jornadas de caza, romerías de primavera y matanzas del cochino, hubo una foto, ya en color, que me llamó la atención. Era ésta.


Aquí estaba la clave. Julián Albarca y Gabriel Valiente, desmochaban con motosierra  una quejiga en el año 1982 en la localidad de Sotos, la cabecera comarcal. Ya entonces se hacía con máquina lo que hasta poco antes aún se cortaba con hacha. Un documento. 

Esa tarde, nos fuimos de excursión a Las Majadas para conocer el espectacular complejo kárstico desarrollado sobre las calizas cretácicas. Pasamos por Villalba de la Sierra, uno de los municipios con más habitantes de El Campichuelo. Un pueblo con crecimiento urbano, con hoteles y segundas residencias construidas para gentes urbanas a las que atraen urbana los paisajes serranos y las aguas del río Júcar, por aquí joven y enérgico.

Al tomar la carretera que remonta hacia la sierra, al pie de las primeras curvas, en el paraje conocido como Majada de las Vacas, ahí estaban. Otra vez.

Entre los campos ...


Invadidos por las carrascas y enebros del cercano monte ...


Unos árboles que atesoran una historia de aprovechamiento. Una cultura. Una vida silvestre.


Las dehesas de quejigos de esta comarca son un patrimonio prácticamente desconocido. Son el reflejo de unos momentos de la historia de la Corona de Castilla en los que el Honrado Concejo de la Mesta, dotados por la monarquía de unos poderes enormes, tenía la potestad de pastar sus ganados trashumantes en la mayor parte de los montes. Los pueblos, para defenderse del poder de los grandes señores, tenían la posibilidad de crear dehesas comunales en los alrededores de los pueblos donde llevaban los pequeños rebaños y los animales de tiro. 

Villaseca, Pajares, La Frontera, Fresneda de la Sierra, Ribagorda, Villalba de la Sierra ... aún conservan unos paisajes históricos que encierran un aprovechamiento inteligente de los recursos. Este patrimonio se ha perdido por la decadencia de la ganadería extensiva, pero también por la tala y roturación asociada a las concentraciones parcelarias. Destacar un "roble-dios" está bien, pero hay que ir más lejos a la hora de valorar las dehesas de El Campichuelo.

martes, 24 de octubre de 2017

20 FIESTA DE LAS GRULLAS

Una nueva actividad cultural relacionada con la Naturaleza tendrá lugar el próximo día 4 de noviembre en las comarcas de Campo de Daroca y de Jiloca. Se trata de la Fiesta de las Grullas. En este caso, el "Día de la Bienvenida". Este año, la vigésima edición. Un clásico, ya.
Este es el programa:

7.00 h, Quedada para la observación de la salida de las grullas. Encuentro en el Albergue Allucant, Gallocanta

8.30 h Café calientamanos, bar de las Cuerlas

9.15 h Explicación de la sala de la Avutarda en las Cuerlas. Ayto Las Cuerlas.

10 h, Paseo interpretativo Desde la Masada de la Pardina al Navajo.

11.30 h, Taller de manualidades infantil y familias. Pajarillos a comer. En el albergue Allucant, Gallocanta. Gratuito. Elaboración de comederos

12 h Inauguración exposición “Naturaleza de la Hoya” de Jorge Ruiz del Olmo, en el albergue Allucant

13 h Cata de aceite salvaje.

16 h Documental sobre la migración de las grullas. Albergue Allucant

17.30 h, Salida para ver la entrada de las grullas a dormidero. Ermita del Buen Acuerdo.

19.45 h Charla y debate. Ganadería tradicional y conservación de la naturaleza. Albergue Allucant


• Organiza: Asociación. Amigos de Gallocanta

• Más información: 976 80 30 69 (ofic. turismo Gallocanta), y en http://amigosdegallocanta.com/

viernes, 20 de octubre de 2017

FLORECEN LAS INICIATIVAS SOBRE EL AZAFRÁN

Entra el otoño. Asoman los días grises. Resurge el marrón intenso de los secanos recién labrados tras las últimas lluvias. Amarillean los chopos en las riberas. Tan apenas verdean los rastrojos tras este septiembre seco. Un par de colores faltan en el paisaje rural de las gentes del Jiloca que ya vamos entrados en años: el púrpura de las viñas y el morado de la flor del azafrán. 


Uno y otro, organizaban el tiempo y también la vida de nuestros mayores durante el mes de octubre. Uno y otro, eran cultivos muy familiares pues eran muchos los labradores que los cultivaban. Uno y otro, formaban parte de la economía agraria polifuncional. Uno y otro, constituían los paisajes agrarios propios de aquellos tiempos de policultivo.

El viñedo, tras los cierres de las cooperativas de Báguena y San Martín, solo sobrevive en el entorno del Bajo Jiloca. Ahora integradas bajo la marca de la Denominación de Origen Calatayud. Hablar de despoblación en pueblos como Burbáguena es hablar del arranque de viñas. Forma parte del mismo hecho, del mismo tiempo. Sin embargo, ha sido una agonía -en muchas zonas extinción- que no ha trascendido fuera. En Aragón quedan muchas comarcas con una importante superficie de viña y con solventes cooperativas y empresas vinícolas. 

Sin embargo no ha ocurrido lo mismo con el azafrán. El zafrán, de nuestros mayores. Un desplome total. En cuarenta años pasó de 1.080 hectáreas cultivas en Aragón (en su mayor parte en el valle del Jiloca y sierras cercanas) a 2 hectáreas que llegó a quedar reducido a principios del actual siglo. Resistió el cultivo en tres municipios: Blancas, Caminreal, Fuentes Claras y Monreal del Campo.

Para recoger y difundir la cultura que integra, el Ayuntamiento de Monreal del Campo creó el Museo del Azafrán, una institución activa que capaz de organizar tanto actividades culturales como de promover un recurso turístico con nombre propio en las tierras del Jiloca.

La desaparición del zafrán de su último bastión significaba la desaparición del mismo en todo el Aragón. Un golpe a la cultura rural. Para evitarlo la Diputación Provincial de Teruel creó una línea de ayudas económicas directas. En paralelo, se abrieron otras líneas de investigación para mejorar su cultivo, caracterizar el producción y mejorar la calidad que ha desarrollado el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria del Gobierno de Aragón.

Algunos vecinos mantenían cultivos testimoniales en parcelas de mínima superficie, a modo de capricho. Los fotógrafos se las veían y deseaban para encontrar parcelas que fotografiar, sobre todo de campos de cultivo productivo, como quien busca un nido de águilas. Algo escaso.

Fuente: Museo del Azafrán de Monreal del Campo
Las subvenciones cursaron su efecto. Se ha pasado en poco más de una década, de dos a diez hectáreas cuidadas por una veintena de agricultores. No es mucho, pero parece que el suelo ya se ha tocado. Se han creado asociaciones de productores. Se han creado empresas que venden azafrán y productos elaborados con esta especie. Algo muy importante, se ha creado un producto comercial.

Pero, en paralelo, desde diversas instituciones, se están poniendo en marcha numerosas iniciativas e interesantes de las que queremos informar.

Infatigable, y desde 2003, el Museo del Azafrán sigue organizando las "Jornadas del Azafrán", este año con un programa completísimo y variado en cuanto a sus actividades. Literatura, teatro, cine, gastronomía, circo, conferencias, fotografía, grabado y, como no puede ser menos, salida al campo para coger la rosa. Este es el programa:


Y, desde 2015, el "Concurso de Fotografía sobre el Azafrán" para animar a recoger la belleza que encierra este cultivo y su aprovechamiento entre los aficionados. Se adjuntan las bases:


Este año se ha celebrado una nueva iniciativa desde el Centro de Estudios del Jiloca y la Fundación Universitaria "Antonio Gargallo", con el patrocinio de ADRI Jiloca-Gallocanta. En septiembre tuvo lugar el curso "El azafrán: cultivo y manejo de la especia" en el marco de la Universidad de Verano de Teruel. Sobre los objetivos, contenidos y programa, se adjunta este enlace.


Este pequeño aumento de cultivadores ha supuesto también un crecimiento en cuanto a las localidades y a las personas implicadas en el tema, lo que siempre ofrece nuevas ideas para su difusión. Como ejemplo, las Jornadas Intergalácticas "El Azafrán en Bañón" que organiza Azafrán La Cerrada con la colaboración de la A.C. Vanyon y el Ayuntamiento de esta localidad. Sí, sí, intergalácticas. ¡Ahí queda eso! 


Bueno, lo dicho, florecen las iniciativas sobre el azafrán. En especial, las culturales. 

viernes, 13 de octubre de 2017

POR FIN ESE OTOÑO

Llevábamos varios años con la idea de escaparnos en otoño para captar el palpitar del bosque caducifolio que disfrutamos en verano en el pirineo Navarro. Son montañas amables, de altitud y relieves discretos, redondeadas y cubiertas por pastizales siempre verdes, un paisaje silvopastoral conformado durante siglos y siglos de usos ganaderos y forestales. Lo que venimos denominando un paisaje cultural, y es que la mano de los campesinos mantiene las características de estas montañas desde tiempos remotos: el mantenimiento de los pastos, el uso del fuego y la explotación forestal de los hayedos. Las labores agrícolas son casi inexistentes, quedando relegadas a pequeños huertos en las inmediaciones de los núcleos rurales.

IMG_7884

El destino elegido era Roncesvalles y el tiempo inmejorable para esta época del año en tierras tan norteñas. Temperaturas suaves durante el día, pleno sol y cielo azul daban paso a noches frescas de "aguada" y mañanas húmedas y brillantes.

Por los míticos collados no había rastro aún de los pasos migratorios emblemáticos de estas tierras: las grullas todavía no han movido en masa de las tierras del norte y las palomas torcaces parecen todavía lejos de estas tierras, donde muchas caerán y terminarán su viaje y su batir de alas en una de las tradiciones de caza más ancestrales (y a menudo controvertidas) que tienen lugar en estos valles.

IMG_7917Collado de Ibañeta, 1.057 metros de altitud. Puestos de caza tras el hayedo, ya hacia el sur y con la entrada al valle de Erro.

El tiempo cálido, seco y estable de esta primera parte del otoño también se nota en los bosques. Muchos hayedos han ido perdiendo la hoja sin virar a esos espectaculares colores que nos tienen acostumbrados. Pero hay entornos que no defraudan, es el caso de Sorogain.

Entre Viscarret y Espinal la carretera cruza el barranco de Sorogain (más abajo Sorabil) y una estrecha carretera se adentra por el valle en este entorno natural, cruzando uno de los hayedos más bonitos de Navarra.

mapa 1
mapa 2

A lo largo del camino pequeñas praderas y pastizales invitan al descanso, junto a viejos merenderos de piedra. Cargamos pilas al sol sobre la manta de picnic hasta que este se esconde por detrás hayedo. Sin el sol la temperatura en el prado cae en picado, varios grados en pocos minutos. Las sombras ganan terreno en el estrecho valle. Nos dirigimos a las cimas, aún bien soleadas, con hora y pico de sol todavía por delante y donde vacas y ovejas lachas pastan libremente. Entre el pastizal salpican de color las quitameriendas, algunas de ellas poseen un largo tallo floral que las hace levantarse por encima de la hierba.

IMG_7894
Disfrutamos de las vistas despejadas del Pirineo Navarro, se ven cimas lejanas, ya francesas, en un horizonte verde y nítido. Por encima nos sobrevuelan varios milanos reales, curiosean a nuestro alrededor y exhiben su magistral vuelo, recortando su silueta en un cielo azul intenso, ni una nube. Acabamos de cruzar la frontera franco española pero todo es uno, si acaso algún cercado ganadero o alguna muga en el alto. Las fronteras invisibles son sin duda las mejores.

IMG_7895
En estas zonas más altas y expuestas algunas franjas de hayedo ya han perdido sus hojas sin fiesta de colores para los sentidos.

IMG_7889
A medida que el sol baja en el horizonte desdendemos por la estrecha carretera al centro del bosque. La luz libra las copas del arbolado. Los rayos de sol  inciden ya casi perpendiculares a los troncos de la masa boscosa, iluminan la corteza blanquecina y gris de las hayas e incluso llegan a la hojarasca del suelo.

IMG_7887
Junto al río comienza la magia de color. El arbolado más cercano al arroyo no falla. Sus hojas se iluminan, brillan como miles de luces sobre el agua oscura que discurre en silencio entre las rocas del lecho. Maravilla del otoño en estado puro, justo lo que buscábamos.

IMG_7903
IMG_7906


IMG_7907

IMG_7910

Nos llevamos el otoño de vuelta. La segunda escapada otoñal de este año decía adiós y el día se despedía a lo grande.

Era la segunda escapada, si. La primera fue hace un par de semanas... en otro ambiente, mucho más cercano y conocido... continuará.