Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

viernes, 30 de diciembre de 2016

ASPLENIUM MURBECKII EN LA SIERRA DE CUCALÓN

Biodiversidad Virtual es una plataforma científica y divulgativa basada en el trabajo cooperativo y la participación ciudadana. Consiste en doce galerías temáticas de fotografías digitales geolocalizadas que conforman una base de datos ordenada taxonómicamente. Biodiversidad Virtual es gestionada por la asociación sin ánimo de lucro Fotografía y Biodiversidad.

Biodiversidad Virtual es un portal que promueve la ciencia ciudadana en torno a la vida silvestre y en otros temas relacionados con la Naturaleza y su conservación. Pero, sobre todo, en la diversidad biológica. Miles de aficionados envían sus fotografías georreferenciadas y una comunidad de especialistas les ayudan en su identificación. Unos y otros obtienen beneficio. Los primeros avanzan en el proceloso terreno de identificar especies, los segundos en conocer la distribución geográfica de sus objetos de estudio. Es un caso de mutualismo. Sin contar la tercera beneficiada: la Naturaleza. Como es bien sabido, para conservar hay que conocer. Y Biodiversidad Virtual sirve para eso, para conocer las mariposas de tu pueblo, los musgos de la sierra que recorres, las arañas de tu huerto ....

En la comarca del Jiloca hay dos naturalistas muy activos a la hora de participar en esta plataforma. Uno de ellos es José Antonio Sánchez, un todo terreno que se interesa por todo lo que se mueve ... y lo que no se mueve.


José Antonio es fácil de reconocer en verano o en invierno por su densa barba y por estar debajo de su característico gorro blanco. Con las fotos identificadas alimenta Biodiversidad por las Tierras del Jiloca, blog centrada en los invertebrados, especialmente los insectos y los arácnidos. 

La otra naturalista es, cómo no, la promotora de este portal en las comarcas del sur de Aragón: Làli Picornell. Especializada en la flora de la cuenca de Gallocanta y de Sierra Menera, nos ilustra con sus hallazgos en la bitácora Mi herbario del Jiloca

Una tarde de mayo del año pasado, José Antonio iba buscando por una ladera rocosa de la sierra de Cucalón a Cicendia filiformis, una gencianácea de óptimo atlántico y que es propia de suelos silíceos. La buscaba en el marco del proyecto de ciencia ciudadana de la Red de Seguimiento de Plantas Raras y Menazadas de Aragón (Resecon).

Cicendia filiformis. Foto: López Retamero (Atlas de la Flora Vascular de Aragón)
Es una planta muy escasa en Aragón de la que solo se conoce su presencia en la sierra de Cucalón, tras su estudio en los '80 del siglo pasado por los botánicos Javier Ferrer y Gonzalo Mateo. Y de la que no se ha vuelto a tener tiene noticia alguna desde entonces a pesar de habérsela buscado. 

José Antonio no la encontró tampoco en esa tarde. Sin embargo, no acostumbra a perder el tiempo por el campo y aprovecha para fotografiar todo ser vivo, sobre todo cuando se aleja de su territorio natural: Bañón.

Y, en esas estaba, cuando fotografió un helecho raro que crecía entre unos peñascos de cuarcita en un monte poblado por carrascas y estepas situado entre Bádenas y Cucalón. Cuatro días después recibió noticia de su identificación por el experto Juan Bibiloni. Se trataba de Asplenium  x murbeckii (Dörfl). 

Asplenium x murbeckii. Foto: José Antonio Sánchez
Este taxón es un híbrido de dos helechos. Ambos del mismo género y de amplia distribución geográfica por todo el reino Holártico. Uno de ellos es Asplenium ruta-muraria, el culantrillo  blanco, propio de peñascos calizos, sombreados  y de un amplio rango altitudinal en la región Mediterránea ...

Asplenium ruta-muraria. Foto: M. Bernal (Atlas de la Fora Vascular de Aragón)
El otro es Asplenium septentrionale, un helecho presente en roquedos silíceos y zonas elevadas de la cordillera Ibérica, que se extiende en las comarcas suroccidentales aragonesas.

Asplenium septentrionale. Foto: M. Bernal (Atlas de la flora Vascular de Aragón)
En el complejo de sierras entre los que discurren los ríos Huerva, Aguas Vivas y Pancrudo, afloran rocas que originan suelos con una doble naturaleza química. En el núcleo paleozoico de las sierras de Herrera y Peco, asoman las cuarcitas y pizarras que originan sustratos ácidos favorables en donde puede encontrarse Asplenium septentrionale siendo una especie rara. Por otra parte, en los mantos carbonatados mesozoicos son abundantes las calizas y margas, en cuyas grietas se instala de forma dispersa Asplenium ruta-muraria

No ha de sorprender la presencia del híbrido Asplenium x murbeckii, el hallazgo de José Antonio. Por lo que sabemos, se trata de la primera observación registrada en Biodiversidad Virtual y la segunda en la provincia de Teruel, tras la cita de Rivas-Martínez en el puerto de San Rafael (Sierra de Gúdar).

¡Enhorabuena!

lunes, 26 de diciembre de 2016

JABALÍES EN LOS PANIZOS

Junio y julio fueron meses calurosos y secos. Los panizos crecieron bien con solo un par de riegos. En agosto, hizo más calor que la media de otros años. Cuando ya hacía falta el tercer riego, en Calamocha cayó una generosa tormenta que dejó una treintena de litros y que ahorró faena a los agricultores (y agua al río). Septiembre siguió seco y caluroso, comenzando los panizos a perder el verdor y el lustre. Octubre vino igualmente cálido y regular en cuanto a lluvias. Comenzó a secarse la planta pero sin la ayuda de los hielos, que no acudieron. Noviembre es el mes en el que se seca el panizo, con la ayuda de los días soleados y las heladas nocturnas. Este año, no fue así. los quince días con lluvia y los casi setenta litros caídos pusieron mucha humedad en el aire y un retraso en la cosecha.


Mientras tanto, comenzó la cacera en los campos y montes. Este año no hay bellota en el monte. Hay muy poca comida y, como acostumbran, los jabalíes  de la contornada se bajaron a la vega del Jiloca. Entre los panizales tienen comida y tranquilidad. Mientras tanto, tiros y perros por el monte. Aquí quietos, en la vega, acercándose por la noche a los huertos. Atrevidos. En el dominio de los antiguos prados, los panizos hacen la función del cañizo, solo que ofrecen más alimento a estos animales. Desde Monreal hasta Burbáguena, los jabalíes saborean día a día las nieblas y las escasas heladas de diciembre pues les ayuda al retrasar la cosecha en varias semanas. 

Saldrán lucidos cuando entren las máquinas.

martes, 20 de diciembre de 2016

FELICIDADES

Poco a poco, casi sin darnos cuenta, el otoño va diciendo adiós y nos adentramos en las noches más largas del año. Tan sólo en unas horas tendrá lugar el “Solsticio de Diciembre”. En el Hemisferio Norte es llamado “Solsticio de Invierno” y es el día más corto del año. Por ello esta noche será la más larga.

En efecto, a partir de mañana 21 de Diciembre a las 10:44 UTC (11:44 hora peninsular) comienza poco a poco a alargar el día. A esa hora el sol alcanza su punto más bajo en el horizonte sur de todo el año. A partir de esta fecha las horas de luz comienzan a aumentar. Pero de los días 20 al 26 aun podemos disfrutar de las noches más largas: 14 horas y 46 minutos de oscuridad.

Noches largas y oscuras. Con la luna en menguante este año, condiciones inmejorables para observar el cielo nocturno con sus tesoros invernales. Para celebrar la Navidad en familia, acordarse de los que ya no están, para disfrutar del campo, para juntarse con los amigos con una buena cerveza, para recoger al último del huerto o para pasear bajo el hielo. Para descansar. Para pensar, hacer balance, coger fuerzas, crecer y disfrutar de todas las pequeñas cosas.

Sea para lo que sea, desde Natura xilocae queremos desearte unos felices días y que sean todas esas pequeñas cosas las luces que iluminen las noches más largas del año.

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jueves, 15 de diciembre de 2016

IRIS LÁZARO Y EL PAISAJE DE TRÉBAGO

De origen soriano y residente en Zaragoza desde hace cuarenta años, Iris Lázaro (Trébago, 1952) es una pintora, dibujante y grabadora que ha obtenido numerosos premios, el reconocimiento de la crítica especializada y el aprecio popular por su obra. De ella se ha dicho que es "maestra de la pintura figurativa española". 

Iris Lázaro en la inauguración de su exposición en la Lonja de Zaragoza. Foto: El Periódico de Aragón
Este otoño puede verse la exposición titulada "Retrospectiva. 1977-2016" en la Lonja de Zaragoza. 

Entre su obra destacan los cuadros de vestimentas vacías, los de anuncios y otros elementos del paisaje urbano y, especialmente, los paisajes rurales de Trébago, el lugar en el que nació y creció hasta comenzar sus estudios.

Campos, montes, muros, hortales, caminos y ... árboles son reflejados de una forma realista pero impregnada en atmósferas algo difusas y con un predominio de tonos grises que transmiten una cierta tristeza. 

Al parecer esta pintora comenzó a dedicarse a estos temas en la última década del siglo pasado, en un momento en el que se estaban produciendo importantes cambios en el paisaje rural de su infancia. Abandono de la actividad humana y, posiblemente, transformación en la actividad agraria.

Una mañana de domingo de primeros de noviembre fuimos a visitar la exposición. Un gran éxito de asistencia de público que parecía disfrutar de la pintura.

Pusimos nuestra atención en los cuadros dedicados a sus queridas tierras sorianas. Hacía un año que habíamos visitado Trébago y siempre gusta reencontrar lo conocido. Allí estaban ellos. 

Junto al camino, recién descabezados, allí asomaban los chopos trasmochos ...


 Bajo los días grises del invierno soriano ...


Árboles desmochados, pero sobre todo árboles caídos ...


 muertos ...


y bien muertos ...


... por la pérdida de aprovechamiento, el abandono y el éxodo rural que asola Castilla.

Termina la exposición con un retrato de los padres de la pintora en Trébago. En un primer plano, las dos personas ya en edad avanzada, con ropa de domingo y unos rostros que reflejan trabajo. Tras ellos, se levanta un muro de piedras parcialmente caído y que oculta un campo labrado. Al fondo los robledales de la sierra del Madero y, entre medio, los viejos y cuidados chopos cabeceros. Otro de los elementos simbólicos del paisaje.


Los chopos trasmochos sorianos pasarán a la historia, como los sabimbres trasmochos de Pieter Bruegel, de Emile Claus o los de Peter Adolf Persson.

Si tienes ocasión, no te pierdas esta exposición. Hasta el 31 de diciembre, en la Lonja de Zaragoza. 

martes, 13 de diciembre de 2016

VENTE AL MATACERDO DE FUENTES CALIENTES

Me he criado entre animales, lo reconozco. 

En Calamocha, mi abuela criaba un tocino en la corte. Una tarde de las vacaciones de Navidad ... perdón, del Solsticio de Invierno, venía Miguel el Matatocinos. Yo era un niño. Entre todos agarrábamos al cerdo y, mientras, él le clavaba un cuchillo al garganchón. Después todo lo demás. Se desangraba, se socarraba con aliagas, se lavaba la piel con agua caliente y se le sacaban las vísceras. Eran días de movilización familiar. De trabajo colectivo. De esfuerzo y de alegría. En casa, con mi abuela ya mayor y siendo de una familia corta, el peso caía en mis padres, sobre todo en mi madre. Los hijos hacíamos lo que buenamente podíamos.

La instalación de docenas de granjas de engorde intensivo y del matadero industrial de Calamocha lo cambió todo. Los tocinos se criaban en las naves y se sacrificaban en la fábrica. A principios de los '70 se abandonó la crianza y el matacerdo. Era más fácil pagar por el trabajo de otros. Se ganó en comodidad, se perdió en sabores y en vivencias.


También teníamos gallinas. Me encantaba verlas. Cavaba en el huerto para coger lombrices y llevárselas pues no salían del gallinero ya que, si no, se merendaban el hortal. Era un placer recoger los huevos recién puestos y subirlos a casa. Mi abuela me hacía unos almuerzos con huevo frito y tajadas de blanco que temblaba el basto. Ya nunca volví a almorzar así (¡menos mal!). Y, de vez en cuando, mataban un pollo. Y nos lo comíamos. También criaba conejos. Y, en su momento, mi madre los mataba, los despelletaba y nos los comíamos. Y todos tan felices.

Mi padre tenía colmenas. En el otoño las bajaba al Reino, al naranjo y al romero, antes del boom inmobiliario levantino. Y en primavera las subía al Jiloca, al tomillo y al pipirigallo. Cortaba y vendía la miel. Aunque lo que más le interesaba era observar y aprender sobre la vida de las abejas. Y me lo enseñó. Nunca pensé que las abejas estaban explotadas.


En Retascón, en la otra casa familiar, además, criaban palomas de las furas y en primavera y verano cogían los pichones, les doblaban el cuello y se los comían. Además, había un buen ganado de ovejas que cuidaba mi tío Manuel y alimentaba por los campos y cerros cercanos. Criaba y vendía corderos, uno de los  pilares de la economía familiar. Y los veíamos subir al camión, y no pasaba nada. Aún no conocíamos el ternurismo urbano.


El transcurso del tiempo llevó a mis padres a otras actividades laborales y nos alejó de ambos pueblos. Pero, en Segorbe, en aquellos años sesenta y setenta, casi todo funcionaba igual. Si a un caso, menos ovejas y más vacas. Muchos de mis amigos criaban una vaca para la venta de la leche. Por las tardes me iba a jugar con ellos y acabábamos en el establo.

Nos fuimos haciendo mayores. La crianza doméstica fue desapareciendo. La crianza intensiva abarató el coste de producción de la leche, de la carne y de los huevos. No compensaba criarlos en casa. La gente joven, mientras tanto, seguía dejando los pueblos y marchando a la ciudad. Muchos mayores se resistían a abandonar las prácticas que habían ordenado su calendario, sus valores y ... su vida. Yo asistí a esa etapa de la historia.

Después llegó el desplome rural y el definitivo triunfo de la sociedad urbana. Descubrí el naturalismo de campo con Félix Rodríguez de la Fuente en los '70, el ecologismo de perfil naturalista (Quercus, OTUS, la Coordinadora Ecologista de Aragón ...) en los '80, interesándome por el tema vegetariano de la mano de Integral. Me interesó el discurso del vegetarianismo por la lógica de evitar el despilfarro de alimentos, pues dedicar cereales y leguminosas -que podemos consumir directamente los humanos- para engordar al ganado, es un error en toda regla. Era consciente del abuso de alimentos de origen animal en la sociedad occidental que comenzaba a mostrar síntomas de sobrealimentación. Y eso obligaba a roturar ecosistemas naturales (en Odón o en la Amazonia) y a forzar la agricultura intensiva (contaminación, erosión, pérdida de hábitat para la vida silvestre). Era coherente. Había que reducir el consumo de carne y de otros alimentos de origen animal e incrementar los de origen vegetal y, si es posible, de proximidad o cultivados sin muchos biocidas. Y en esas estamos.


Pero también comprendí de la mano de agrónomos, ingenieros forestales y biólogos, muchos de los cuales escribían en Quercus, la función que ha desempeñado la ganadería extensiva en la cuenca mediterránea (trashumancia, dehesa ibérica, etc.) y el papel ecológico del pastoralismo. Transformar la celulosa, inasimilable por los humanos, en proteínas y lípidos. Ese es el gran mérito de la oveja, la cabra, la vaca o el conejo. Eso requiere sabiduría y esfuerzo. Por eso eran caros y apreciados estos alimentos. Por eso están desapareciendo. Criar ganado hoy con soja argentina cultivada en praderas naturales roturadas y que ha sido rociada con herbicidas cancerígenos no tiene sentido. Es un desastre. Me da igual si la soja es transgénica o no. 

Cuando nos vinimos a trabajar y a vivir al pueblo, al trabajar fuera de casa los dos, Josefina nos ayudó a criar a los hijos. Nuestros padres estaban en las ciudades. Íbamos al revés del mundo. Marceliano, el marido de Josefina, tenía un ganado de ovejas. Y, de vez en cuando mataba alguna. Recuerdo una tarde de invierno que fui a recoger a Chabi a su casa. La oveja estaba colgada y abierta en canal. Chabi, con su batica y sus dos años, estaba pegado de morros viéndolos maniobrar. ¡Esas vivencias que se llevó de su infancia rural!

Cambiamos de milenio. Y, los que se habían marchado a las ciudades, comenzaron a recuperar los matacerdos colectivos en los pueblos. Como una fiesta. Como una forma de transmitir el saber hacer de los abuelos (conscientes del riesgo de pérdida). Como una ocasión de compartir un buen rato cerca de la hoguera. Como un modo de que sus hijos conozcan lo que ellos vivieron y que desaparece. Y llegaron las denuncias desde asociaciones animalistas. Alguien había pensado que los niños sufrían traumas al ver matar a un tocino. Ni en la intimidad (ámbito familiar) ni en el ámbito colectivo (festivo o escolar) se podía vulnerar la sensibilidad de estos espíritus .... urbanos. Y se prohibieron dichas matacías colectivas. Los valores de las nuevas generaciones, criadas entre el hormigón y el asfalto, habían ganado la baza a la cultura rural. Esta vez de la mano del animalismo.

Entre la poca claridad de las ideas de algunos periodistas y la interesada estrategia de algunos sectores animalistas hay un interés especial en mezclar la conservación de los ecosistemas con los derechos de los animales. Recomiendo la lectura del artículo "El ecologismo no debe caer en la trampa del animalismo" del investigador y divulgador Javier Yanes. O la del titulado "Vocación salvaje" del doctor Francisco Ferrer (Instituto Pirenaico de Ecología). En este último, además de describir el reciente fenómeno de la edición de libros que tratan sobre el retorno a la naturaleza, desde su vivencia y en la que (con nuestras contradicciones) muchos nos sentimos identificados, termina con un texto que me permito compartir:

Pero un infectante virus, surgido del mismo invernadero que el ecologismo, amenaza con acabar con la vuelta a la naturaleza, con su disfrute e incluso con su estudio; estoy hablando del animalismo, esa religión auspiciada por las empresas productoras de alimentos, medicinas, cosméticos y demás sofocantes complementos de la vida artificial de artificiales gatos, perros y peces multicolores, que sustituye al naturalismo, a velocidad inusitada, en las preferencias ternuristas pequeño burguesas. 

Ya no queremos salir al monte a contemplar el abejaruco, preferimos llevar a nuestro gato al gabinete de acupuntura; pronto resultarán incomprensibles las palabras del gran Gary Snyder (San Francisco, 1930): "Lo salvaje, tantas veces despachado como caótico y brutal por los pensadores civilizados, responde en realidad a un orden imparcial, implacable y hermoso, a la vez que libre".

Dándole vueltas al tema, uno acaba viendo cómo se esterilizan gatos y perros para que no críen gatitos y perritos que nos estorban y no nos atrevemos a matar. Al parecer, no nos sentimos mal al actuar entonces "como dioses" decidiendo sobre la fecundidad y esterilidad de los animales. Pero si un abuelo mete en un saco a la camada y la ahoga en el río, entonces lo denunciamos por cruel. U organizamos un "comando de rescate" y todavía nos sentimos más reconfortados.

En el mejor de los casos, cuando un animalista (no quiero entrar en el terreno de los veganos) cultiva su huerto ecológico, hecho que me parece muy bien, al cavar con la azada causa la sobreexposición a la luz a miles de ácaros o colémbolos, que sufren si no mueren. Sin contar las lombrices que parte por la mitad. Estos animales no tienen los ojos de un gatito pero tienen su sensibilidad y sufren igualmente. Convendría que algunos repensaran en esto. 

Y, mientras tanto, uno lee las entrevistas a Stefano Mancuso, neurofisiólogo vegetal de la Universidad de Florencia, tituladas "Las plantas tienen nuestros cinco sentidos y quince más" o "No hay diferencia entre la inteligencia de los animales y la de las plantas". Es un descubrimiento reciente el que los vegetales tienen capacidad para recibir estímulos y para emitir mensajes. El desconocimiento y el antropocentrismo nos había hecho creer que solo tienen sensibilidad los organismos con neuronas. Este argumentario convenía al animalismo también. Y ahora viene la ciencia y nos dice que también la acelga acusa cuando le  arrancas sus hojas, que la tomatera sufre cuando esborlizas los brotes axilares o cuando desarraigas las hierbas al labrar el huerto. ¿Somos sensibles con el perrito pero no con la tomatera del huerto urbano? Los (frágiles) argumentos de esta corriente se desmoronan. 


Y digo todo esto, en lo que llevo pensando desde hace tiempo, por un asunto que estos días me ha llamado la atención. El próximo día 17 de diciembre las gentes de la Asociación Cultural Las Fuentes organizan una jornada de fiesta con un concierto de Mayalde, un concurso de morra, una comida de carne asada de cerdo y una verbena con un famoso pinchadiscos de Teruel. Aunque imagino que no hay sacrificio público del tocino, los organizadores le han llamado "La Fiesta del Matacerdo" por aquello de celebrarse en diciembre e, imagino, por ser la comida popular. Y esto ha herido la sensibilidad de alguno a quien molesta que las gentes de Fuentes Calientes sigan abrazando al especismo y a las rancias tradiciones rurales. Con lo que se lleva ser vegano en California. En fin, bromas aparte, que a Teruel también ha llegado el debate animalista. 

Lo que menos me preocupa del tema es la visión waltdisneyniana de la naturaleza que se está inoculando en sectores juveniles. Es fruto de criarse lejos del campo, del mascotismo y de la educación sobreprotectora. Lo que me preocupa es que se refuerza al modelo del urbanita. El de aquel que considera a la naturaleza como un parque temático y a la gente de los pueblos como un conjunto de salvajes por civilizar. Esta es la última versión del tradicional desprecio de las gentes de ciudad hacia las de pueblo.  

Por todo esto, el 17 de diciembre, si todo va bien, nos subiremos a escuchar a Mayalde y a compartir un buen rato con las gentes del Campo Visiedo bajo una noche estrellada, como los galos de la aldea de Astérix, pero esta vez ... dejando cantar al bardo.

¡Nos vemos en la Fiesta del Matacerdo de Fuentes Calientes!

sábado, 10 de diciembre de 2016

EL NACEDERO DEL UREDERRA

Primeros días de primavera. Carmen ha pensado hacer una escapada al parque natural de Urbasa. Conocemos más bien poco de estos montes navarros. Y te pones a buscar información. Una sierra situada en la Navarra media, de dirección oeste-este, frontera entre la región Eurosiberiana y la Mediterránea, dominio del sustrato calizo, modelado kárstico característico, bosques y pastos. Suficiente. Decisión tomada.

Nos llama la atención la advertencia de solicitar permiso para acceder al nacedero del río Urederra. Como en Muniellos. Más información. Un paraje con una surgencia de agua en un entorno de hayas y acantilados. Debe ser lo más esta reserva natural. Allá que vamos. Ya nos apañaremos para entrar.


Por la mañana, visita por Estella/Lizarra. Pueblo majo. Cabecera tradicional de una comarca. Entre el llano y la montaña. Hay muchas lecturas. Jacobea, románica, renacentista, carlista, navarrista y euskalduna. Algo venida a menos absorbida por la pujanza de la vecina Pamplona. Pero con mucha vida.

Comida en ruta en un merendero entre viejas viejas carrascas. Llegamos a Baquedano, un pueblico al pie de la sierra de Urbasa. Muy arreglado, mucha segunda residencia de gentes que viven en la ciudad. Un parking con control de acceso. Casa rural Aialusa. Los dueños, una pareja joven y muy amable, nos dan abundante información. Al estar alojados en el pueblo, no necesitamos permisos. Esto marcha.  

Tomamos el camino hacia el fondo del valle. Algún prado cerca del pueblo y, en seguida, el robledal y el hayedo que nos acompañarán durante todo el recorrido. El camino que sale del pueblo se va haciendo senda sin perder altura mientras se aproxima poco a poco al río. Entre enero y marzo, en Alsasua, en la otra vertiente de la sierra, llevan recogidos 747 L/m2. Se nota en la fuerza del caudal.


Entre la alfombra de hojas caídas, que no secas pues todo está empapado, florece la hepática aprovechando la tenue luz equinoccial que se filtra entre las ramas desnudas del hayedo ...


Grupos familiares nos acompañan en el paseo. Terminó la Semana Santa, pero aún quedan flecos de vacaciones. Se conoce que es un paraje muy popular. 

Desde los laterales descienden pequeñas surgencias. Algunas han formado edificios tobáceos. Travertinos colonizados por plantas higrófilas: musgos, helechos, gramíneas ...


Seguimos subiendo suavemente. Unas veces nos internamos en el bosque. Otras, nos asomamos al río atraídos por su clamor. 

De frente, cada vez más cerca, el final del valle. El frontal de calizas y margas que no ha podido colonizar la vegetación nos recuerda que estamos ante un caso de modelado fluviokárstico. En concreto, un valle del fondo se saco. 


Característico. De libro. En el siguiente gráfico, véase el valle del la izquierda. El del Urederra.
Al cabo, llegamos a una ladera por la que se desparrama el agua formando cascadas y rápidos. Impresiona su fuerza.


No llegamos a ascender hasta el nacedero. Lo dejamos allí.

Al día siguiente subimos a recorrer los bosques y prados de Urbasa. Por la tarde, antes de volver a los pueblos de la Amézcoa Baja, nos desviamos a mano izquierda para visitar el Balcón de Pilatos. El mirador del valle del Urederra. 

Las calizas paleógenas de la meseta de Urbasa, ligeramente buzadas hacia el norte, son socavadas por la erosión remontante producida por el río Urederra y forman unas crestas que llegan a volarse sobre el valle. 


Eran unas calizas depositadas hace unos 50 millones de años (Eoceno) en un ambiente marino de plataforma continental. En estos mares prosperaron unos foraminíferos, organismos del grupo de los protozoos con esqueleto carbonatado, que emitían seudópodos y cuyos restos tienen forma de balón de rugby. Son las alveolinas. Unos fósiles guía por ser buenos indicadores estratigráficos de los sedimentos marinos depositados durante el Eoceno. Eran muy abundantes.


Seguimos recorriendo la cornisa. Las convexidades, con peor suelo y más venteadas, albergaban viejos robles, enebros y guillomeras ...


Enfrente, los espectaculares acantilados formados por la roca caliza. Al fondo, asomaba el raso de Urbasa, la planicie kárstica aquí bien cubierta por el hayedo ...


Entre ambas laderas, donde se cerraba el valle, estaba el nacedero ...


Bajo los estratos calizos verticales y desnudos aparece un estrato de margas. Estas rocas terrosas están pobladas por vegetación herbácea higrófila y algún arbusto. Bajo las margas, de nuevo, afloran otras calizas, estas más oscuras, formando un nuevo acantilado.

Las calizas y las calcarenitas afloran en la gran meseta de Urbasa. Los primeros son materiales con muchas fisuras, los segundos bastante permeables. Buena parte de las precipitaciones, que alcanzan los 1.800 L/m2, se infiltran y nutren un extenso acuífero cautivo que encuentra como base margas de origen cretácico.

El estrato marcado como 16 (gris verdoso) son el nivel de base del acuífero.
Este tiene tres zonas de desagüe: los manantiales de Riezu, Arteta y el nacedero del Urederra. En conjunto, llevan un caudal medio de 296 Hm3.

Bajo los acantilados, se extiende espléndido un hayedo, más frondoso en la umbría (izquierda, en la foto) que en la solana (derecha, en la imagen) ...


El raso de Urbasa es un extenso pastizal. Caballos, vacas y ovejas pacen en estos prados, abiertos, en su mayor parte, adehesados en otros sectores.


Para evitar los accidentes, los ganaderos han cercado el acceso a los cantiles ...


En algunas zonas los propietarios limitan las parcelas con líneas de árboles. Casi siempre hayas ...


Son paisajes ganaderos. Una parte de la cultura rural. Eso, los navarros lo saben bien.

Cuando las calizas se depositan en ambientes de plataforma continental es habitual que, durante episodios de crecida, reciban aportes terrígenos (arcillas, limos) de las desembocaduras de los ríos. Si estos aportes son moderados, se forman calizas margosas. Si son importantes, entonces se habla de margas. En cualquier caso, las calizas, al disolverse conforme avanza el ciclo kárstico, acumulan tanto en superficie como en su interior estos materiales que resultan, por el contrario, insolubles. Muchas de estas arcillas tienen una fracción de óxidos de hierro que les confiere un característico color rojo. los geólogos les llaman calizas de decalcificación o "terra rossa".


La terra rossa del raso de Urbasa, empapada en agua, cría unos prados jugosos y muy apreciados por los ganaderos. Y también por los topillos, que la utilizan para construir sus refugios subterráneos. Tras el deshielo de final de inverno, la arcilla es fácil de trabajar por lo que los topillos aprovechan esta circunstancia para ampliar sus galerías y madrigueras.


Cae la tarde. Y se acentúa el frío. Las ovejas lachas, forradas por largos y grasos vellones, evitan el frío y la lluvia. Son ovejas lecheras. Aprovechan la última hora de luz para comer con afán el pasto fresco, que inicia tímido su rebrote a finales de marzo.

Son majas las ovejas lachas, con sus cuernos vueltos y su cara negra.


Grandes hayas salpican los prados. Son el arbolado de antiguas dehesas. La sombra del ganado, la madera para el carbonero.


Las que vemos parecen ser trasmochas, con el turno perdido, pero con su esplendor vigente. Hermosa sierra, la de Urbasa.

martes, 6 de diciembre de 2016

CARLOS SIGUE GANANDO PREMIOS

Carlos Pérez Naval no necesita presentación en este blog. Ni tampoco en el mundo de los fotógrafos de Naturaleza. Pero, como siempre hay alguien que se acerca de nuevas al naturalismo o la la fotografía vamos a recordar que es un niño de diez años, que vive en Calamocha y que tiene entre sus aficiones tomar fotografías de los animales, plantas y paisajes que le rodean, desde su entorno inmediato (el jardín de su casa) hasta el rincón más remoto al que acude con sus padres, Eva y Rodrigo, entusiastas viajeros donde los haya.


Hace un par de años su nombre saltó a la fama internacional con la obtención del premio absoluto a menores de 18 años en el prestigioso concurso Wildlife Photographer of the Year (WPY) que organizan la BBC y el Museo de Historia Natural de Londres con una fotografía de un alacrán tomada en Torralba de los Sisones.  

Ha pasado el tiempo y Carlos sigue creciendo. En estatura ... ¡y de qué manera!. Creciendo en técnica fotográfica. Y, sobre todo, creciendo en intuición para tomar imágenes bonitas de los animales que observa. Esto requiere perseverancia y esfuerzo. Pero, para él, es casi un juego que comparte con su padre.

Y, además, creciendo en reconocimiento internacional en el mundo de la fotografía de naturaleza.

Hace poco más de un mes  recibió el primer premio GDT (Lünen, Alemania) en la categoría de menores de 14 años por una fotografía de un rebaño de Oryx tomada un amanecer en Kenia ...


Unas semanas antes estuvo en Londres recogiendo un nuevo premio del WPY con esta fotografía de un mosquitero común tomada en el embalse de Lechago ...


edición en la que también quedó finalista la foto de este pito negro tomada en la taiga de Finlandia ...


La fotografía de dos mariquitas amarillas con puntos negros sobre losas calizas con dendritas de pirolusita  ("Sobre el bosque de piedra") recibieron sendos premios: finalista en el Memorial Felix 2016 y ganadora de categoría junior de ZSL 2016.


Con seis años captó esta foto("Estrategias para beber") de un par de monos bebiendo en la India ...


... que le han hecho ganador de la categoría junior en el ZSL 2016.

Esta creativa foto de un cultivo de chopos canadienses titulada "Chopera acuarelada" le dieron 


 el premio en la categoría joven del reconocido certamen Montphoto 2016.

De nuevo un mosquitero común posado en una valla metálica ("Mirando entre rombos") le concedió un nuevo premio. 


Esta vez en el concurso de fotografía matemática en las I Jornadas Matemáticas de Colegio de Infantil y Primaria Ricardo Mallén de Calamocha. 

La fotografía de un grupo de chinches sobre la inflorescencia de una umbelífera titulada "Fuegos artificiales" le permitió  obtener la mención de honor en el Memorial Mª Luisa 2016 ...



Y, por último, la fotografía del "Baile de empusas" le sirvió para ganar el 2º premio en el Concurso Fotográfico Asociación Cultural Mío Cid 2016.


¡Enhorabuena, Carlos!